Noviembre-Diciembre 2024
Edición N°6
ISSN: 3028-385X
Alejandro Gaviria habla sobre el papel de los intelectuales en la política, el gobierno de Gustavo Petro, el ascenso de la ultraderecha, la corrupción y el clientelismo, el hartazgo de los jóvenes, entre otros temas.
Colombia, desde hace rato, se convirtió en la desgracia de la humanidad. Vivimos en un país enfermo, demencial, trágico, fatalmente absurdo. Como se ha dicho en innumerables ocasiones (y que de tanto repetirse perdió su efecto, si es que alguna vez lo tuvo): en Colombia la vida no vale nada.
El día en que Adrián Cardona llegó a la cárcel La Modelo, le pareció que su vida se quebraba en mil pedazos. Despojado de su familia, aquello que más amaba en el mundo, se encontró atrapado en una realidad sombría y desesperanzadora. Su llegada constituía apenas el primer acto de una obra extraordinaria que estaba aún por escribirse.
Es verdad que se trata de un testimonio y una crónica, que los eventos y su narración ocupan la mayor parte de la escritura. Con todo, de vez en vez, la narración se torna en reflexión; la organización temporal de los eventos se convierte en la referencia de un nuevo tipo de discurso: el pensamiento.
Probablemente, el padre del ensayo, en este momento, está revolcándose en su tumba, arañando con sus uñas el cajón de madera para salir y halar las orejas a todo purista académico que no haya podido apreciar la verdadera función del ensayo.