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La música, un arte para la eternidad

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Foto: Juanita Caicedo
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Samuel Escobar Rubio

Universidad de los Andes

Durante toda mi vida me han dicho que, por mi gusto musical y por la forma en la que disfruto del arte y la música, nací en la época incorrecta. Que yo tengo alma de viejo. Para mí esto es un piropo gigantesco, me encanta que me lo digan. Sin duda existen cientos de bandas, artistas y músicos del pasado que han dejado una huella indeleble en mi corazón. Lo que han hecho todos ellos a lo largo de su vida ha sido tan significativo que han logrado impregnarse para siempre en la cultura, la memoria colectiva y el corazón de todas y cada una de las personas que han escuchado alguna de sus canciones. Lo que han logrado por medio de su música se ha convertido en un legado imborrable y perpetuo, haciendo que su arte trascienda generaciones enteras de fanáticos. 

 

Tuve la fortuna de sentir esto de primera mano el pasado primero de noviembre, en el estadio El Campín, donde Sir Paul McCartney, un hombre de 82 años que se ha dedicado a hacer música desde hace seis décadas, reunió a casi cuarenta mil fanáticos -hombres y mujeres, grandes y chicos- en una fiesta musical de tres horas donde quedó claro, por medio de cada nota y cada canto que salió del alma de todos aquellos que asistimos, que su música ha trascendido las barreras del tiempo, alcanzando así la tan anhelada eternidad. 

 

Después de vivir semejante celebración cultural me puse a pensar en la música que se produce hoy en día; porque, claro, le estoy dando todas las flores a los genios del pasado, pero no me he puesto a reflexionar sobre aquellos que han surgido en los últimos años. El problema es que, por más que lo piense, cuando sea mayor les mostraré a mis hijos aquello que es eterno y, lastimosamente, no encuentro nada así en la actualidad. Claro que existen excepciones. Disfruto muchísimo escuchar a cientos de artistas de las nuevas generaciones a quienes veo llegando lejos y dejando una huella para la eternidad. Sin embargo, representan apenas una pequeña minoría, pues la vasta mayoría de canciones “modernas” son desechables, efímeras y olvidables. 

 

Puede que haya muchas razones para que esto ocurra. En primer lugar, existen y siempre existirán los puristas musicales, o al menos las personas que creen que lo son, y que, en su cabeza, se creen superiores al resto de los mortales. Este pensamiento es retrógrado y amargado, porque la música siempre se transforma y nadie es más o menos por tener un determinado gusto musical. A nuestros abuelos les criticaron su música, a nuestros padres también y a nosotros igual. Sin embargo, parece que en esta ocasión los puristas tienen razón, lo cual me lleva a mi segundo punto. 

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Foto: Infobae

Vivimos en una época de consumismo en masa por la facilidad de acceso a todo. Las plataformas nos han hecho apreciar menos la música. Al tener tantísima música a tan solo un clic de distancia esta se ha convertido en algo más bien usual e indiferente. Antes no solía ser así, la música era un tesoro, la gente luchaba por escucharla, hacía largas filas para conseguir discos que, si se agotaban, tenía que resignarse a imaginar el dulce néctar auditivo que estaba buscando. Hoy en día todo eso se ha perdido, la música la tiene cualquiera, ya no es un tesoro, ya no es algo de uno, personal y único, sino que está metida en una app y se consigue desde cualquier teléfono de la forma más sencilla y menos especial posible: abrir la app, entrar a la playlist, dar clic, escuchar. Se perdió ese encanto y esa magia que nos enseñaba a apreciar la música por lo que es: una pieza de arte hermosa. Estas mismas plataformas generan un daño adicional y es la facilidad de subir  contenido. Hoy en día cualquier persona puede subir una canción a Spotify, sea o no  de calidad. Todos los géneros musicales, todas las plataformas, todos los oyentes, están ahora saturados de cientos y cientos de canciones que le quitan relevancia a aquellas que salen a su par.

 

No me creo un experto ni un purista, y no quiero demeritar toda la música que sale hoy en día. En cambio, soy solo un melómano expresando una preocupación. Después de extasiarme con un Beatle en vivo y ver la forma en que, canción tras canción, este demostraba su presencia legendaria y su poder musical tan trascendental, me surgió hacer este llamado de emergencia. Es urgente volver a darle a la música la importancia  que merece, porque si no, ¿qué será de la cultura? ¿Cómo podremos superar el golpe tan grande cuando las grandes leyendas pasen a una  mejor vida? Paul McCartney, Elton John, Céline Dion, Cher, Madonna, Bruce Springsteen, Charly García, Mick Jagger, Ozzy Osbourne, Stevie Nicks... Todos ellos son grandes estrellas que, por la naturaleza de la vida, están próximas a partir, y lo único que nos quedará será su brillo eterno que, con inmensa generosidad, nos regalaron a nosotros, sus oyentes, a través de su música. Por eso es importante regresar a la música con pasión, a la música como arte, como vida. El mundo necesita sentir de nuevo el poder de la eternidad en lo que escucha. 

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