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Netanyahu, ¿ángel o demonio?

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Foto: IA
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Santiago Orozco Uribe

Universidad de los Andes

¿ÁNGEL...

 

El tiroteo masivo del 7 de octubre de 2023 cometido por Hamás contra los asistentes al Festival de Música Nova, contra los residentes del Kibutz Be´eri y las comunidades fronterizas de Netiv Haasara y Kfar Aza, no fue una operación militar ni un ataque de hombres entrenados en el manejo de armas contra otros soldados enemigos, NO, fue una masacre diabólica, desigual, contra civiles desarmados; muchachos escuchando música, ancianos, mujeres y niños apenas despertando en sus hogares. Una matanza infame, cruel, terrorífica: hombres decapitados, mujeres violadas, familias quemadas vivas dentro de los vehículos tratando de huir, niños a quienes les sacaron los ojos, grupos de personas escondidas en los bunker de protección a quienes les arrojaron granadas y luego las acribillaron; todos desarmados, inermes y desprotegidos. 

Mil cuatrocientos muertos en siete horas y 250 secuestrados.

 

Ningún grupo armado en el mundo podría reivindicarse este ataque como una victoria militar. Tal brutalidad solo puede definirse como terrorismo puro. 

 

La respuesta de Israel no podría ser otra que la persecución implacable de los asesinos. Uno de los ejércitos mejor entrenados del mundo no podía ser inferior a las circunstancias. Y la mirada de todo el país estaba puesta en un solo hombre: Benjamín Netanyahu.

El Primer Ministro Netanyahu dirige un país que está rodeado solo por enemigos: Hamás desde Gaza y Cisjordania; Hezbolá desde el Líbano; Irak, Siria, Yemen y el más temido, Irán. 

 

En abril Irán atacó a Israel con 110 misiles balísticos y 30 misiles de crucero. Y en octubre atacó de nuevo con 200 misiles balísticos, la mayor parte derribados por los sistemas de defensa aérea israelí. 

Todas las semanas Hamás y Hezbolá lanzan cohetes contra Israel. Solo el 14 de julio Hamás disparó 200 misiles y morteros. 

 

Esta es la realidad de un país perseguido a través de la historia y que a partir de 1948, año en que el mundo les asignó un pedazo de tierra donde vivir, la defienden a sangre y fuego, apoyados por ese amigo incondicional que es Estados Unidos. 

 

Israel ha tenido en su historial político dirigentes que han sido fundamentales en su fortalecimiento como potencia en el Medio Oriente: David Ben-Gurión, Golda Meir, Isaac Rabín, Shimón Péres, Ariel Sharón y Benjamín Netanyahu, entre otros. 

Y es precisamente Netanyahu quien ha gobernado a Israel por más tiempo en toda su historia. Ha sido elegido seis veces como Primer Ministro: desde 1996 a 1999; de 2009 a 2021 y luego desde el 29 de diciembre de 2022 hasta la fecha. 

 

Una gran parte de la población ve en el Primer Ministro Netanyahu a un ángel guerrero que los ha defendido del ataque despiadado de sus enemigos. 

Con frentes de guerra  activos en Gaza y Cisjordania, en el Líbano, en Siria y con respuestas militares calculadas contra Irán, Netanyahu reivindica el derecho de vivir de una población que reclama ante el mundo la razón de ser de su existencia. 

 

Netanyahu no solo es un avezado político-militar, sino además un profesional diplomático, estadista y escritor político. Es egresado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT Sloan School of Management) y de la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos. Un hombre educado que la historia lo puso a defender la dignidad de un pueblo históricamente perseguido.

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Foto: Mohammed Saber (EFE)

... O DEMONIO?

 

En respuesta al ataque despiadado de los amalecitas contra el pueblo de Israel, un Dios iracundo y lleno de venganza le ordenó a Saúl: “Ve y ataca a los amalecitas ahora mismo. Destruye por completo todo lo que les pertenezca; no les tengas compasión. Mátalos a todos, hombres y mujeres, niños y recién nacidos, toros y ovejas, camellos y asnos”. Saúl, obediente del mandato divino de su Señor, no dejó piedra sobre piedra ni conciencia tranquila. Así mismo, Benjamín Netanyahu, envuelto en un aura de mesías, se convirtió en el elegido de los israelitas para vengar la macabra ofensa de Hamás. 

 

La furia desbordante del pueblo humillado se liberó sin miramiento alguno. Israel lanzó una brutal campaña de bombardeos contra la Franja de Gaza, atacando a objetivos militares, bloques de viviendas, hospitales, escuelas, lugares de culto y campos de refugiados. Un año después de la incursión militar, Netanyahu puede regocijarse de la eficacia de su armas, mientras el mundo entero denuncia las atrocidades cometidas en el enclave palestino. Más de 42 mil personas han sido asesinadas y otras cien mil han caído heridas. Ni el más inocente se ha salvado en esta guerra: la sangre de niños, mujeres, trabajadores humanitarios, médicos y periodistas se derrama a diario entre las ruinas cadavéricas de los edificios. Si no son las balas asesinas o las atemorizantes bombas las que acaban con la vida de los gazatíes, es el hambre carroñero el que corroe poco a poco las endebles carnes de sus cuerpos.

 

Desde hace meses nadie experimenta un solo momento de alivio. Gaza se convirtió en el infierno más temible que mente alguna pueda imaginar. Todos los días ocurren escenas dantescas que escandalizan hasta al más apático de los individuos. Las operaciones y los partos se hacen sin anestesia debido a la falta de suministros médicos. Las paredes de los pocos hospitales que quedan en pie han sido testigos de los gritos ensordecedores de miles de niños a los que les han amputado sus brazos y piernas. Según la organización Save The Children, aproximadamente 10 niños por día pierden sus extremidades desde que comenzó la guerra. Solo en marzo de este año más niños murieron en Gaza que en cuatro años de conflictos en todo el mundo. La gente carece de agua potable, alimentos, electricidad y asistencia sanitaria. De acuerdo a un análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria, el 96% de la población está al borde de la hambruna. 

 

Ni la orden de arresto proferida por la Corte Penal Internacional, ni la acusación de Sudáfrica por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, ni las innumerables denuncias de la ONU por violaciones a los derechos humanos, ni siquiera la presión de sus más fieles aliados de firmar un alto el fuego, han detenido a Netanyahu en su afán de eliminar el más mínimo rastro de Hamás. Su lucha terminará solo cuando Israel viva exenta de peligros, así se demore el resto de su vida para conseguirlo. No le preocupa convertirse en el demonio de los palestinos.

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