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"Petro es un fraude": Jorge Enrique Robledo

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Foto: María José Aranguren
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Santiago Orozco Uribe

Universidad de los Andes

No hay nada con mayor descrédito en Colombia que los políticos. Todo pasa por sus manos y, por tanto, todo queda embadurnado de su mala reputación. Esa pésima imagen se la han ganado con creces, pues los innumerables casos de corrupción que cada tanto protagonizan, su falta completa de escrúpulos y de moral, su exigua preparación académica e intelectual y, sobre todo, esa actitud tan suya de ver en la política una oportunidad para enriquecerse, convirtieron el servicio público, considerado desde tiempos inmemoriales como el más honroso de los destinos humanos, en el rincón más sucio, oscuro e indigno de la vida nacional. 

 

Bien lo sabía Doña Cecilia Castillo, mamá de Jorge Enrique Robledo, al decirle a su hijo que “la gente decente, mijo, no se mete en política”. Robledo, por fortuna, no siguió el consejo, porque el país habría perdido a uno de los más decentes de todos los políticos. Si hay algo que define la trayectoria de Robledo, desde su participación en el movimiento estudiantil de 1971 hasta su frustrada campaña presidencial de 2022, es la coherencia y la honradez, virtudes escasas en el mundo en el que se ha desenvuelto los últimos cincuenta años, entre los que también fue 26 años profesor de Tiempo Completo en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales.

 

Coherencia, porque ha defendido las mismas tesis durante toda su vida. No ha sido, como muchos de sus colegas, un camaleón político, dispuesto a cambiar de rumbo cuando las circunstancias se ponen difíciles. Aparte de “seco de carnes y enjuto de rostro”, comparte con Don Quijote la constancia y la tenacidad, y nunca le ha asustado enfrentarse a molinos de viento, ministros deshonestos, presidentes iracundos y fiscales maquiavélicos. 

Y honradez, porque jamás ha dejado de ver la política como un compromiso sagrado con el pueblo colombiano, incompatible por completo con el enriquecimiento personal. Nunca ambicionó bienes, fortuna, fama ni aplausos zalameros, sino la gratificación de ser un excelente servidor público y, sobre todo, una buena persona.

 

Esto, sumado a su vastísima producción intelectual –ha escrito 16 libros y más de 1.200 artículos– y el rigor casi científico de todos sus análisis, lo convirtieron en el político más serio de los últimos años. No por nada fue elegido diez veces como el mejor Senador de Colombia, logrando en su última elección al congreso casi 230 mil votos.

 

A fin de cuentas, se puede estar o no de acuerdo con Robledo. Sin embargo, nadie puede desconocer el legado tan invaluable que deja a la política nacional: el actuar siempre y en cada momento con Dignidad y Compromiso. 

​P. Durante los últimos años todos los partidos de izquierda se han unido en torno a Gustavo Petro. Sin embargo, usted dice que Petro no ha sido nunca un militante de izquierda, sino un continuador de las políticas neoliberales de “los mismos con las mismas”. ¿Qué posibilidad hay de que un candidato verdadero de izquierda tenga la oportunidad de gobernar este país?

 

R. Es bien difícil, por supuesto. Pero uno lo que tiene que hacer en la vida cuando tiene posiciones es defenderlas. Porque si las posiciones que se asumen están al vaivén de lo que es fácil, entonces no hay coherencia política. Uno no está obligado a ganar con sus ideas, pero sí está obligado a defenderlas. Lo que hace Petro, en muy buena medida, es traicionar las ideas. Cada vez está más claro que su visión es neoliberal, retardataria, la misma del Fondo Monetario Internacional, tanto que siempre ha sido partidario de los TLC que nos tienen presos del subdesarrollo. O sea, es una traición completa, si es que algún día tuvo una idea democrática de verdad.

 

P. ¿Qué implicaciones tiene para la izquierda que sea Petro el que esté abanderando su lucha?

 

R. Es muy negativo, pero ni siquiera para la izquierda, sino para las ideas del cambio. Petro va a dejar el país en unas condiciones terribles. ¿De qué manera es ejemplar el Gobierno de Gustavo Petro? ¿Cuál es la idea que hay que respaldar de su administración? El modelo económico de Petro es exactamente el mismo que se viene desarrollando desde antes. Entonces, ¿cuál es el supuesto cambio? Hacia el futuro, cualquier propuesta política que se titule bajo el nombre del cambio va a verse en aprietos, porque el cambio es seguir con lo de Petro.

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Foto: María José Aranguren

P. Para hacer los cambios que requiere este país es fundamental tener mayorías parlamentarias. Sin embargo, Edgardo Maya Villazón, a quien usted cita en su último libro, dijo en su época como procurador que “no debería haber elecciones con el actual sistema porque no está garantizada la transparencia”. La Corte Suprema lo ha ratificado en las recientes condenas a congresistas por delitos electorales. ¿Cómo lograr tener mayorías en el Congreso cuando muchos de los elegidos son producto de ese sistema corrupto?

 

R. El problema de fondo es que, si usted no tiene mayorías en el congreso, no puede aprobar leyes ni en una dirección ni en otra. Ese es un problema, en cierto sentido, académico. Para transformar un país en la dirección que sea, tiene que tener fuerzas suficientes para que el ejecutivo se gobierne con unas determinadas concepciones. Además, tiene que tener fuerza política suficiente para lograr que sus puntos de vista salgan adelante en el Congreso. Si no, no es posible. Esa es la realidad. Lograr cambios en Colombia es una cosa supremamente difícil. Esa es la tragedia de Colombia y del mundo, porque finalmente los que llegan a la dirección del Estado hacen todo lo posible para que las cosas no cambien.

 

P. Es un poco desesperanzadora esa percepción, porque parece que no hay posibilidad real de cambio…

R. Nadie ha dicho que cambiar las cosas sea fácil, pero esa es la lucha que hay que adelantar. Uno no saca nada inventándose realidades que no existen.

 

P. Usted formó parte de una generación de parlamentarios distinguidos por su formación intelectual, su experiencia política y fundamentalmente su honestidad y transparencia. ¿Qué opina de la llegada de influencers al Congreso cuyo mayor mérito son las mofas y bromas que hacen en las redes sociales?

 

R. Yo soy respetuoso de todo el que llegue al Congreso, entonces no quiero demeritar a nadie. Pero es evidente que, en los últimos años, las formas de hacer política están prevaleciendo cada vez más sobre los contenidos de la política. Y en ese sentido, la presencia de todas estas redes está facilitando conseguir votos que no son producto de la profundidad de las posiciones, ni de los grandes argumentos, ni de las controversias. Esas son las realidades con las que hay que trabajar, pero creo que no es lo mejor. Sustituir el contenido de las ideas políticas por formas astutas de conseguir votos no es una buena manera de hacer política. 

 

P. ¿Cree que esas nuevas formas de hacer política son una moda pasajera o llegaron para quedarse?

 

R. Ojalá sean una moda, porque las formas no deben prevalecer sobre los contenidos. Las formas son importantes, pero finalmente el problema es el contenido. A ratos ve uno a gente que saca un montón de votos, pero cuando llega la hora de debatir son de una mediocridad pasmosa. Eso no es positivo. Hay que hacer esfuerzos para que la política se haga, con cualquier punto de vista, de la manera más rigurosa.

 

P. Su paso por el Congreso se caracterizó por la profundidad de sus debates, la investigación de sonados casos de corrupción, entre otras iniciativas. ¿Qué balance hace usted sobre estos dos últimos años del actual Congreso?

 

R. Yo estuve 20 años en el Congreso y la impresión que me queda –no en todos los casos, por supuesto– es que se ha ido degradando la calidad de la controversia política. Es bien notorio que este es un Congreso que, en promedios muy grandes, es bastante mediocre. La falta de calidad del debate es notoria, incluso en la calidad del debate crítico a este gobierno, cosa que tengo que lamentar. No quiero hacer generalidades, pero esa es la realidad que tenemos. Por otro lado, el funcionamiento del Congreso colombiano se ha clientelizado cada vez más, no desde ahora, sino desde siempre. Y Petro resultó ser un maestro del clientelismo, un inescrupuloso total. Es pagando respaldos con mermelada, como comprando panelas.

 

P. Sobre esto último, en su libro usted habla de las presuntas prácticas inescrupulosas de Petro en su actuar político.

 

R. Petro es bien poco escrupuloso, hay que decirlo con toda franqueza. Y también es astuto. Su capacidad de engaño es superlativa, eso no se le puede negar. Manipula las formas para darle cierta trascendencia y ciertos tonos que suenan profundos a sus afirmaciones, cuando su profundidad es de por ahí un milímetro. Es de una mediocridad realmente pasmosa. Si usted mira las supuestas teorías de Petro no se encuentra con nada. Usted lee la autobiografía de Petro y es de una mediocridad pasmosa. No hay nada profundo en la vida de Petro. Él posa de ser un gran teórico en el tema ambiental y lo que dice da ganas de llorar. Es incapaz de juntar tres o cuatro frases para decir alguna cosa cierta. Es un histrión. Pero hay que reconocerle que es un histrión habilidoso e inescrupuloso, y eso le da votos.

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Foto: María José Aranguren

P. Muchos aseguran que fue un gran congresista…

 

R. Eso no corresponde con la realidad. ¿Cuáles son los grandes debates de Petro en el Congreso? Hizo un debate importante, que no se puede negar, que fue el del paramilitarismo. Pero después de eso, ¿qué más dijo? ¿Dónde están los libros de Petro? ¿Dónde están los artículos de Petro? ¿Dónde están las conferencias de Petro? Estoy hablando de cosas serias. Nada, una mediocridad pasmosa. Petro es populista y la característica de los populistas es su mediocridad en los asuntos de importancia. Porque su éxito es precisamente el populismo, que es una manera fraudulenta de alcanzar el éxito político, y en eso a Petro le ha ido bien. Pero lo peor que le puede pasar a los populistas es ganar, porque entonces se desenmascaran.

 

P. La participación de los estudiantes universitarios en la discusión de los problemas del país era lo común en las décadas del 70 y 80. “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, era la frase de batalla. ¿Se ha perdido ese espíritu combativo en los estudiantes?

 

R. Los movimientos estudiantiles, como en general los movimientos sociales, se dan por oleadas, no solo en Colombia, sino en todas partes. Yo tuve la suerte de que me tocaran unos años muy vivos en la lucha política y en el movimiento estudiantil. Eso ha decaído bastante. Por ejemplo, el nivel de la controversia, como a mí me tocó, fue bastante más alto que ahora. Para entrar al debate en las universidades tocaba leer bastante, debatir, trasnochar y trabajar en política. Eso ahora se ha ido reemplazando por consignas, que también tienen su importancia. Sin embargo, siento que hay una pérdida en la calidad del debate, cosa que es lamentable.

 

P. El ascenso de la derecha en muchos países y en distintos escenarios, y el temor a una represión violenta como respuesta a estas manifestaciones populares, ¿le ha quitado fuerza a la participación de los estudiantes?

 

R. Lo que se conoce con el nombre de “infantilismo de izquierda”, donde se incluye, por ejemplo, la lucha guerrillera en Colombia, le ha hecho un daño inmenso a las ideas del cambio. Llevamos 60 años en una lucha 100% estéril. Como lo dijo el padre Francisco de Roux, “una violencia que no arregló nada y lo empeoró todo”. Es una frase dura, pero es cierta. Ha sido un desastre para las ideas del cambio, porque les facilita a las fuerzas retardatarias presentarse como los campeones de la democracia y las buenas maneras, cuando tampoco lo son. Es una tragedia que en Colombia es especialmente notoria. Porque mientras en casi todo el mundo hubo movimientos guerrilleros y fue fuerte el infantilismo de izquierda, en Colombia siguen siéndolo y en buena medida se expresan en el triunfo de Gustavo Petro. Y eso no deja transformar a los países.

 

P. En su última columna en El País, Juan Gabriel Vásquez dice que la tragedia humanitaria en el Catatumbo es el retorno de la misma guerra, y que lo único que cambia es el rostro de las víctimas. ¿Por qué, luego de 60 años de lucha armada, Colombia sigue en las mismas?

 

R. Hace 60 años hubo movimientos guerrilleros en muchos países del mundo. La Revolución Cubana transmitió la idea equivocada de que cambiar un país o hacer una revolución era una cosa fácil. Es una mala lectura de lo que ocurrió allí. Los colombianos tenemos la tragedia de tener las guerrillas más longevas de la historia. Porque hubo guerrillas en todas partes: hasta en Canadá, en Alemania y en muchos más países. Pero Colombia sigue en eso. Como en una especie de castigo de algún poder sobrenatural. Uno de los mayores errores de Petro es que llegó a la Presidencia a embellecer la lucha armada. Ha abusado del poder del Estado para transmitirle a los jóvenes que esas guerrillas no fueron errores, sino aciertos, cuando los hechos demuestran lo contrario. Petro ha sido muy irresponsable. Solo a una mente tan confusa como la de él se le puede ocurrir acompañar un discurso de “paz total” con una exaltación a la lucha armada en Colombia. Si Petro hubiera hecho la campaña electoral con ese discurso, es seguro que no hubiera ganado. Petro es un fraude por donde se le mire, sin duda. Y ese ha sido su éxito, éxito que le desaparecerá.

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Foto: María José Aranguren

P. La manifestación de estudiantes americanos y de varias universidades europeas en solidaridad con el pueblo palestino fueron reprimidas y disueltas rápidamente. ¿Ese bello gesto de los estudiantes debería repetirse más seguido en apoyo a otras causas?

 

R. Es lamentable que el estudiantado pierda su capacidad de movilización, porque los jóvenes son, en buena medida, la sal de la vida. Calidad que se va perdiendo con el paso de los años, por la edad, el matrimonio, los negocios, etc. Es lamentable que eso suceda. Las fuerzas regresivas, retardatarias, las defensoras del statu quo, lo que quieren es que no cambie nada y son fuertes. Y son muy fuertes en los medios de comunicación, en las redes y en todas partes. Cada vez aparecen más falsos profetas que plantean las cosas como no son y lo que hacen es debilitar las ideas serias del cambio, como ha ocurrido en Colombia.

 

P. El cambio climático, el anacronismo de los movimientos guerrilleros colombianos y la corrupción sistémica en este país, ¿no serían los temas de discusión en estas próximas elecciones?

 

R. Eso es lo que quisieran las grandes potencias, y particularmente Petro. Hoy leí algo que dijo para El País de España, que es un sartal de mentiras y falsedades sobre el cambio climático. No hay derecho a que engañe tanto y tan sistemáticamente. Aprovecho para pedirle al presidente Petro que escriba un libro sobre lo que dice. ¿Qué es lo que dice? Sí, hay un problema de cambio climático grave y toca atenderlo. Pero cada país tiene que mirar cuál es su circunstancia. El aporte total de Colombia a los gases de efecto invernadero del mundo es de apenas 0,6% del total. Y las emisiones de gas carbónico por quema de combustibles fósiles de los colombianos apenas aportan el 0,2% del total global. O sea que nuestro aporte al problema no es por el desarrollo nacional, sino por el subdesarrollo. Suelo repetir una verdad: Colombia es un país tan subdesarrollado que ni CO2 produce. ¿Cómo se atreve Petro a decir que el principal problema de Colombia es que produce mucho CO2, cuando el 30% de las familias bogotanas hacen menos de tres comidas al día, el desempleo es enorme y es casi nulo el desarrollo científico del país? Y Petro tiene el cinismo de decirle a esos pobres que se están muriendo de hambre que no generemos industria ni desarrollo. Y que acabemos con el petróleo y con Ecopetrol. Ese es Petro. Un charlatán, un irresponsable total. Y tiene todo calculado, porque él sabe que si logra acabar con el petróleo colombiano, eso no ocurriría en su gobierno, sino en los que vienen después.

 

P. ¿Cuál cree, entonces, que va a ser el tema principal de discusión en los debates para las elecciones de 2026? 

 

R. La norma es que quienes mandan montan como causa principal de los problemas nacionales los que no son. En Colombia nunca ha habido una campaña electoral que se centre en debatir lo que debería ser el centro del debate: ¿cuáles son las causas del subdesarrollo nacional? Ese debería ser el centro del debate. Si en mi casa el ingreso fuera inferior a un salario mínimo, yo insistiría en que el debate fuera sobre cómo aumentar el ingreso a bastante más de un salario mínimo. Son cosas elementales. Aquí hay una conspiración para que no se debata sobre las causas principales de la crisis nacional, lo que no quiere decir que no haya otros problemas también. Por ejemplo, la corrupción, la violencia. Todas cosas que también hay que debatir. Pero, a mi juicio, el subdesarrollo es el principal problema que tenemos.

 

P. ¿No le preocupa que hoy cualquiera, sin experiencia política alguna, se sienta con el derecho de lanzarse a la presidencia, dejando a un lado la preparación intelectual y el estudio serio y riguroso de los problemas del país?

 

R. Sí, y eso es lamentable. Lo que tenemos que hacer los que tomamos la vida en serio es bregar a elevar el nivel del debate. Si usted mira el libro que acabo de publicar, se puede estar o no de acuerdo, pero no puede negarse que hay un esfuerzo grande por elevar el nivel del debate nacional. ¿Qué es lo que pasa en Colombia? ¿Cuáles son las causas principales de los problemas? ¿Qué es lo que hay que cambiar, en economía de mercado, para que logremos avances importantes? Creo que ese es un esfuerzo que deberíamos hacer todos, así sea con distintos puntos de vista. Pero aquí hay grandes poderes que no están interesados en este debate y en esos cambios, porque les parece que sí, que aquí hay enormes problemas, pero que como a ellos les van bien, entonces, relájese y disfrute, diría el chiste.

ISSN: 3028-385X

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