Sin pelos en la lengua
Sebastián Guzmán Muñoz
Universidad del Rosario
Durante un año lo negó, hasta que, por fin, la directora de Semana aceptó que será candidata presidencial. Se quitó la máscara de periodista para ponerse la de política, como esos a los que tanto criticó a lo largo de su carrera. ¿Irónico, no? Para mí, Vicky Dávila no está preparada para dirigir este país; es, sencillamente, un salto al abismo. Hablemos sin pelos en la lengua.
Tengo el presentimiento de que la candidatura de Vicky se hace como en tiempos de Trump: a punta de mentiras que, conforme se repiten, se vuelven verdades que la gente compra. Las encuestas que empezaron a figurar en Semana, donde su ahora ex directora aparece en los primeros lugares, muestran que esta también es la apuesta del establecimiento y de los Gilinski para llegar a la Casa de Nariño. El poder económico ya lo tienen, ¿sigue ahora el poder político? Es una estrategia que combina el uso de los medios de comunicación como herramienta de propaganda con un populismo que apela a la indignación, pero que no ofrece soluciones reales.
Y ahí radica el mayor peligro. El salto de los medios al poder, en un contexto como el de Dávila, no parece un tránsito hacia una nueva etapa de liderazgo, sino un abismo que amenaza con hundir aún más la política colombiana en la polarización y el espectáculo vacío. Ser periodista y ser política son oficios completamente diferentes, aunque ambos requieren algo en común: credibilidad. Dávila, sin embargo, ha construido una carrera basada en la controversia, las entrevistas cargadas de tensión y las investigaciones preocupadas más por el impacto mediático que por la profundidad. Esto la posiciona como una figura que divide y desinforma en lugar de unir y construir.
El populismo que tanto critica parece ser su propio método para entrar en el juego político. Usa su plataforma en Semana como un altavoz de sus posturas, ataca rivales sin cesar y se presenta como la “outsider” que viene a limpiar la casa. Pero, ¿cómo confiar en alguien que ha sido juez y parte, que utiliza un medio privado para posicionarse políticamente y que, además, carece de experiencia en la gestión pública? Su campaña parece una apuesta más por el poder que por el servicio.
Colombia necesita urgentemente líderes con capacidad técnica, sensibilidad social y una visión clara del futuro. No más apuestas mediáticas que prioricen el show por encima de las soluciones, no más personajes que caen en el populismo del escándalo y los titulares vacíos. Lo que este país requiere son proyectos políticos que reconstruyan la confianza en las instituciones, que ofrezcan propuestas para combatir la pobreza, revitalizar la economía y garantizar la estabilidad social.
Si esta es la apuesta de Dávila y de los poderes detrás de su candidatura, el país tendrá que reflexionar profundamente sobre si quiere seguir jugando a la política como un reality show o si está listo para tomarse en serio su futuro. Una candidatura basada en escándalos, encuestas manipuladas y propaganda disfrazada de periodismo no es lo que necesitamos. Así que, hablemos sin rodeos: Dávila puede ser una periodista influyente para algunos, pero como candidata presidencial, su propuesta no es más que otro salto al abismo político que Colombia no puede permitirse.